San Vicente
de Paúl y Luisa de Marillac fueron personas muy distintas, no sólo en su
personalidad, sino en sus historias de vida y en sus experiencias vitales.
Ambos eran personas de fe, que realizaron su propio camino personal de
maduración, de purificación de la misma. Ambos tuvieron diferentes
acompañantes, que les ayudaron y orientaron en su discernimiento; y, también,
ambos se ayudaron mutuamente hasta configurar lo que llamamos espiritualidad
vicenciana. Pero lo más importante, ambos se encontraron personalmente con
Cristo, tuvieron una experiencia de encuentro con Cristo en los pobres y de
servicio a los pobres como miembros de Jesús. Para los vicencianos de siempre y
de hoy, los pobres son mediación indispensable para el encuentro con el Señor.
Lo central en la experiencia vicenciana es el descubrimiento de Cristo presente en los pobres. Es una experiencia de doble sentido, en la medida que Vicente, y cada uno de nosotros, abre su vida a los pobres, abre su vida a Cristo y viceversa.
Lo central en la experiencia vicenciana es el descubrimiento de Cristo presente en los pobres. Es una experiencia de doble sentido, en la medida que Vicente, y cada uno de nosotros, abre su vida a los pobres, abre su vida a Cristo y viceversa.
Þ Preguntas para la reflexión:
· ¿Cuáles son nuestros sueños y proyectos? ¿En que deseamos
invertir nuestra vida? · ¿Qué es lo que buscamos de Jesús? ¿Qué es lo que nos
impulsa para seguir a Jesús?
· ¿Necesitamos ver para poder seguir? ¿Necesitamos ciertas
garantías para avanzar? ¿Qué significa creer y seguir creyendo? ¿Qué pasa
cuando no se presentan los milagros?
· ¿Cuáles son las áreas o aspectos de nuestra vida donde
necesitamos seguir creciendo en fe y madurar? ¿Qué riesgos estoy dispuesto a
enfrentar en la obediencia a Jesús?
· ¿Qué implicación práctica tiene para la vida de la Iglesia
estar en el seguimiento de Jesús y unirnos a su misión?
· ¿Qué papel tienen lo
pobres en nuestra experiencia espiritual? ¿En nuestra relación con Cristo?